Todos tenemos algo que decir



En estos últimos días, la parrilla televisiva ha dejado de lado la farándula y los realities para abrir la puerta a una realidad no ajena, ni tampoco presumidamente olvidada. Cada noche, al quedarnos por unos minutos en sintonía con algún canal nacional, nos vemos bombardeados por montones de imágenes, testimonios y análisis del contexto político, cultural y social vividos durante la dictadura. Desde “Imágenes Prohibidas”, hasta “11 Íntimo”, pasando por la examinación de “Los Mil Días” de Allende y tantos otros programas, nos han venido a recordar el horror que vivimos como país y a poner sobre el tapete la conmemoración de los 40 años desde el Golpe Militar. Parece ser que ese Golpe en una mañana de septiembre de 1973 nos desarma una y otra vez y no podemos evitar sentir el remezón.

Más allá del análisis político que se puede hacer con respecto a la situación, y desde cualquier posición, no cabe duda que nadie queda ajeno a las imágenes. Son muchos los comentarios que aluden a sentimientos de ansiedad, angustia, “pelos de punta” y un sinfín de sensaciones al tratar tan delicado tema, que se vuelve a hablar en la sala de clases, en la mesa, en las conversaciones de pasillo, en los programas de televisión, y así van surgiendo acaloradas nuevas-viejas conversaciones. Pero ¿por qué nos sentimos de esta forma al ver una y otra vez imágenes que para muchos no son nuevas? ¿Por qué el tema le afecta a varias generaciones? ¿Qué es lo que nos ocurre como sujetos sociales al rememorar? ¿Qué hacer después de ver dichas imágenes? ¿Qué sentido tiene recordar torturas, secuestros, desapariciones, asesinatos, exilio, relegaciones y allanamientos masivos? ¿Qué lugar ocupa la amenaza, el miedo, la muerte y lo siniestro en nuestras vidas actuales?

Pareciera ser que aquello que se ha pretendido desechar al olvido, está más que presente, no solo en las victimas sino más bien como una configuración transversal, que atraviesa a cada sujeto que se hace llamar chileno. La dictadura la llevamos con nosotros, queramos o no. De esta forma, parece ser que el terror sigue circulando por el entramado del tejido social y en nuestro angosto país se sigue tejiendo un cuento de horror de nunca acabar. En este sentido, es posible hablar de un fenómeno particular llamado “trauma”, el cual compete a los
individuos de manera interna y, en las relaciones, nos atraviesa como sujetos en una sociedad y al mismo tiempo como país. Una experiencia traumática en lo social alude a una serie de situaciones que con regularidad sobrepasan la capacidad física, psíquica, emocional y los recursos de los grupos sociales o de las personas involucradas. Los sujetos al familiarizarse con el horror y la muerte, se ven envueltos en la cronificación de lo traumático, internalizándose así lo violento.

Desde la psicología, el trauma no nos es ajeno, especialmente en el campo de acción de la terapia de reparación. En nuestro país, gracias a un largo proceso de estudio, de búsqueda y de práctica por parte de instituciones que han tenido el interés de aportar en un proceso reparatorio, se ha podido configurar un modelo psicoterapéutico que intenta sanar y aliviar más allá de los síntomas, escuchando y resignificando historias y experiencias de dolor profundas, que quedan grabadas en el cuerpo, en la sexualidad, en los vínculos, en la memoria.

El Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Derechos Humanos postula que en ocasiones el trauma aparece representado en imágenes o en situaciones concretas que condensan toda la experiencia y que dichas imágenes suelen ser cuidadosamente evitadas por el sujeto, quedando el trauma encapsulado, mecanismo defensivo que tiene por objeto continuar con la existencia humana. Sin embargo, dicha encapsulación es frágil y frente a cualquier conflicto el trauma vuelve a aparecer con toda su magnitud. En este sentido, se torna importante que todos estos programas actualmente se encargan de hacer evidente un pasado muy presente, ya que el reconocimiento del horror y su inscripción en la historia nacional son esenciales para la elaboración individual de lo traumático, haciendo necesario además un proceso colectivo que restaure la memoria.

Desde la psicoterapia enfocada en ayudar a personas victimas del terror de Estado, la simple catarsis como objetivo terapéutico no basta. Es decir, el simple encuentro con imágenes no se configura en una panacea para el dolor. Potencialmente puede retraumatizar al paciente si solo lo empapan las emociones y las evocaciones que no puede elaborar, colocándolo nuevamente en posición de victima. Por esto, es menester definir las especificidades propias de cada situación represiva, respetar el tiempo, las pausas, los límites de cada individuo, para no transformar la reconstrucción en una nueva tortura más.

Es importante reconocer el cuerpo como realidad destruida en el caso de la tortura. por ejemplo, de tal forma que se puedan recuperar las significaciones que cada uno le da a la experiencia traumática. Es ahí donde más allá de ciertas distinciones generacionales, de edad, estrato social, género, podemos aseverar que la dictadura configura nuestra identidad como chilenos, como país. Se entiende así que la terapia de reparación de traumas de tal magnitud incluyan un proceso subjetivo que se articula estrechamente con el contexto social, haciendo continua referencia al pasado para discriminar la posibilidad del futuro, buscando una restructuración de la experiencia traumática, de las emociones que ella ha producido, integrando en un relato biográfico todo lo que se pretendió olvidar.

Se abre entonces la posibilidad de duelo, de dar una nueva mirada sobre nosotros mismos, de mirarnos nuevamente como parte de esta historia, de vincularnos y no hacernos los desentendidos; sólo así es posible la reparación social. Creo que desde nuestro trabajo con víctimas, tenemos el rol de recordar e historizar. Todo chileno ha sido receptor del horror y no podemos silenciarlo, pero tampoco podemos quedarnos simplemente con las imágenes que nos vuelven a golpear una y otra vez. Debemos recordar para volver a construirnos.

La importancia de la memoria es que nos hace ser parte de una historia común y nos permite construir una nueva cada día, sin olvidar nuestros dolores, sin olvidar que las pérdidas físicas, morales y psíquicas durante la dictadura son reales, y sólo su reconocimiento, integración y reparación, tanto en lo individual como en las relacione sociales, permitirá el verdadero desarrollo de la tan anhelada reconciliación. Todos tenemos algo que decir.

“Cuando es verdadera, cuando nace la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si se le niega la boca, ella habla por las manos, o por los ojos o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada”
(El Libro de los Abrazos- Eduardo Galeano)

Alternativas de Atención

  • Psicoterapia individual a adultas/os, adolescentes, niñas y niños
  • Atención Psiquiátrica
  • Terapia Familiar
  • Terapia de Pareja
  • Terapia de Grupo
  • Psicoterapia Reparatoria a personas víctimas de violencia
  • Terapia de Revinculación
  • Psicoterapia a Hombres que ejercen violencia
  • Pericias Psicológicas forenses
  • Evaluación de Habilidades Parentales
  • Psicodiagnóstico
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