Miedo a la Homosexualidad
Cuando se nos presenta una situación adversa donde sabemos que no tenemos el control, puede aparecer el miedo a lo desconocido, en forma de respuesta a una situación amenazante y como mecanismo
de supervivencia. Pero ¿qué es el miedo?, según la RAE consiste en una “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”, lo que puede desembocar en acciones de auto protección.
Desde Freud, se propuso que hay dos tipos de miedo, uno real y uno neurótico; en el primero, existe un peligro real, verdadero ante el cual corre riesgo la integridad de la persona, es decir, un miedo racional que pone en alerta al sujeto; mientras que en el segundo, no hay peligro real que pueda suponer una amenaza para la vida, por lo que es irracional, se siente un miedo que es inexistente, una inseguridad de la que no se sabe la causa, y es a esta última a la cual nos referiremos.
Es legítimo preguntarse si acaso algo de este afecto humano llamado miedo puede hacerse presente de maneras más o menos evidentes, en ciertas situaciones sociales. Es posible ver como el miedo pudiese desembocar en actos violentos u otros, siendo una respuesta desfavorable a eso desconocido, a eso que se rechaza, pudiendo preguntarnos ¿qué habrá en aquellas personas que pasan desde el simple rechazo a la violencia? Para dilucidar esto hay diversas aristas y trataremos de apoyarlo con un ejemplo, a través del cual es posible ir pensando dichas temáticas.
Tomaremos el triste episodio de discriminación y violencia acontecido hace un año en nuestro país. En marzo de 2012, Daniel Zamudio fue asesinado a golpes producto de su orientación sexual. Su muerte, a manos de jóvenes supuestamente neonazis, amplió el debate sobre la homofobia y sobre la discriminación a lo no convencional o disidente. ¿Podríamos pensar que, junto con otros factores, el miedo o inclusive el pavor a la diferencia pudiera provocar dicho odio violentista en quienes asesinaron a Daniel?
Antes de reexionar sobre ello, señalemos una breve contextualización social de la problemática. En sociedades como la nuestra con modelos binarios de distribución del poder (hombre/mujer,
heterosexualidad/homosexualidad), existen ciertas prácticas que son discriminatorias y que a la vez pasan desapercibidas, puesto que apuntan a la subordinación pasiva de quienes se perciben como diferentes.
Estas dinámicas sociales producen exclusión ya que no permiten dar un digno reconocimiento a las diferencias sociales respecto de lo normativo, que para efectos del ejemplo de Daniel se trata de la
hegemonía de la heterosexualidad como ideología dominante. Cualquier forma que no entre en dicha lógica (lesbianas, gay, travestis, transgeneros, etc.) es susceptible de ser discriminada y excluida, en otras palabras, violentada.
La hegemonía ideológica de la heterosexualidad como único modo natural y moral de ser en el mundo, tiene entre sus orígenes elucubraciones religiosas, no obstante, no hace falta ser un religioso para estar permeado por esta ideología discriminadora que se instala en toda la sociedad. Hay una lógica normativa que dicta lo que debiese ser un hombre y una mujer, y por tanto una lógica que atenta contra lo diferente.
De allí que a la homosexualidad se la ha tildado como perturbación, desviación, perversión, anormalidad, enfermedad, malignidad, promiscuidad, etc. Es importante destacar también que hasta el año 1973 la homosexualidad era considerada como una enfermedad en el Manual de diagnostico de los trastornos mentales (DSM) y que hasta el día de hoy en la universidad de los Andes se ofrecen “tratamientos o terapias curativas”, a pesar de no ser clasicado como un trastorno, aún existen agrupaciones religiosas que siguen considerándolas como tal.
Pues bien, la muerte de Daniel Zamudio expone alguna de las múltiples consecuencias que provoca dicha lógica y su falta de cuestionamiento. Su asesinato refuerza la existencia de idearios sexuales
hegemónicos que imponen un modelo de expresión supuestamente legítimo, pero también permiten instalar en el imaginario colectivo una discusión al respecto.
Es probable que la mayoría de los chilenos diga que no es homofóbico, que no discrimina, pero la discriminación está latente, en frases tan comunes como: “yo no tengo problema con ellos, mientras no se me acerquen” o “si quieren estar juntos, que lo hagan, pero no en público”. Es decir, ni las leyes de antidiscriminación, ni el discurso de la tolerancia -que han sido necesarios- son sucientes para generar un cambio cultural, en el cual el tejido social se integre y pueda convivir con las diferencias.
Pues bien, la instalación de esta nueva norma de “no se debe discriminar”, inaugura un camino lleno de complejidades, ya que a un nivel consciente y racional se sabe que no es bueno discriminar y que inclusive se premia socialmente a quien es tolerante, no obstante, muchas veces en lo más oculto del alma humana – podríamos decir en lo inconsciente- subsisten las resistencias y desde luego el miedo a estas diferencias. El miedo como reacción ante lo amenazante conlleva el querer alejarlo y excluirlo. Pero ¿cómo se puede explicar el fenómeno de la homofobia? La homosexualidad se ha vuelto más visible, mas cotidiana, donde no hay características especícas que nos distingan, por lo que una manera de diferenciarse es exacerbando la hombría (en el caso de los hombres), fuertes, activos, dominantes e incluso violentos. Es una forma de minimizar y así “controlar” esto desconocido y diferente.
Quizás en algunos casos se trata de desconocer-las propias vertientes homosexuales- que son reprimidas y negadas en uno mismo y luego proyectadas como violencia externa contra él o la homosexual. De hecho, no es poco frecuente que se construyan chistes agresivos en referencia a la homosexualidad, ya que los chistes son una manera de liberar esta angustia inconsciente que se tiene guardada.
Tal vez, frente a un tema tan amplio como este, simplemente se pueda sugerir una reexión colectiva respecto de cómo será posible cambiar la mirada de esta situación. Sin ir más lejos, cuestionar la lógica binaria de las identidades sexuales, dando paso a nuevas realidades, a nuevas formas y nuevas deniciones, que dejen atrás a los antiguos mandamientos, las antiguas formas de hacer familia y mirar lo que está ocurriendo.
Finalmente, cabe decir que se ha pretendido problematizar brevemente al discurso social e ideológico construido en torno a la sexualidad, relacionándolo con Daniel Zamudio, un joven que con su muerte nos vino a mostrar y recordar que la realidad no es sólo heterosexual, si no también homosexual y otras.
Mara Gatica
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