La retractación y el tercero moral
El tercero moral o simbólico se refiere a representaciones, tanto de los principios éticos, tales como la valoración de la verdad, como de las reglas, normas, y patrones procesales esperables de interacción, que crean el espacio para responder, más que para reaccionar.
Para la mujer que sufre VIF, la experiencia del quiebre en una posición disociada y la lucha por encontrar un camino al tercero que reconoce. La aceptación de la impotencia, la aceptación a la falta última de poder, que es precondición para encontrar y reclamar el poder que sí tenemos, se basa enteramente en la real existencia percibida de un testigo, otro que puede reconocer el sufrimiento.
En particular, el recurrir a la fiscalía e integrarla como un tercero, que se funda mediante la acción del reconocimiento, es decir, asume la responsabilidad por la co-creación de la dinámica mutua, espacialmente cuando ésta se siente dolorosa. Ferenczi nos advierte que una experiencia traumática con un testigo confiable permite poner el pasado en el pasado. Pasado y futuro se derrumban en parte, por el lugar en que el terror traumático es aparentemente registrado. Cuando el miedo de una mujer es gatillado por la percepción de una amenaza de repetición, esta deja de distinguir el esfuerzo por deshacer el pasado del esfuerzo por prevenir su recurrencia, “está pasando de nuevo y esta vez tengo que hacer algo diferente” por ejemplo ser dura y poderosa y así deshacer el haber sido víctima en el pasado.
Desde esta perspectiva, un aspecto significativo de la re-traumatización está constituido por el fracaso de la justicia en reconocer, lo que la mujer acertadamente capta como la falla evitable. Mistifica a la mujer precisamente de la manera en que ha sido mistificada cuando niña y perpetúa la dinámica “el que hizo-al que se hizo” para luchar con la culpa.
Cuando la mujer siente que lo que ha sido hecho puede ser deshecho, imaginan que se les pedirá restaurar una condición previa, esto es hacer o recibir reparación a un nivel literal más que a un nivel simbólico o emocional. Mientras que una disculpa constituye un reconocimiento de que ya ha ocurrido algo que no puede ser deshecho, así la tradición solo puede ser simbólica.
Existen dinámicas psicológicas internas que impulsan a muchas mujeres a formar una conexión empática con quien la ha agredido, esto se da como respuesta al dolor de su arrepentimiento. Es inevitable ya que se aprecia de manera empática algo en el otro que siente como parte de ella misma y algo de ella misma que es sentida como perteneciente al agresor.
Gobodo-Madikizela muestra que suprimir o cuestionar este tipo de empatía, es un tipo de violencia hacia el self y los lazos de la conexión humana. Este autor explica que la identidad que es creada por el perdón, que equivale al reconocimiento del daño del agresor es empoderadora para la mujer, ya que al validar el daño que ha causado está reconociendo la subjetividad humana completa de la mujer que sufrió las agresiones, así internaliza tu dolor es tan importante como el mío. Este perdón que se le confiere al agresor no proviene solamente del altruismo o principios morales, sino que reafirma el poder y la humanidad de la mujer, este reconocimiento impacta significativamente en la mujer y proviene de una necesidad humana, es parte del proceso de reclamar la auto-eficacia.
Responder con la retractación, restaura para muchas mujeres su dignidad, es una especie de empoderamiento de reconocer o negar la realidad de la relación que el agresor ha negado a través de la violencia, a través del control, así a partir de esta ruta la mujer logra encontrar un camino fuera del ciclo de la violencia.
Así muchas veces no es por miedo que las mujeres se retractan, también se da porque la mujer adopta el entorno contenedor que encuentra en la justicia y toma el reconocimiento de esta, así de estar en la posición de menos poderosa pasa a posesionarse de un lugar de poder, apoyada en el grupo e institucionalidad que es la Fiscalía y afirma su poder moral. El hablar de la verdad del poder no es afirmar la victimización sino crear bases independientes para insistir en el reconocimiento de la subjetividad humana propia. Así la mujer reconstituye, en parte, su subjetividad permitiendo el levantamiento de la disociación que proviene de pensar en situaciones dolorosas y participar activamente en la creación de un nuevo orden en la relación.
Jacqueline Riquelme C.
Psicóloga Clínica
Centro Clínico y de Investigación
Fundación Templanza
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