Soledad, estar solo y el miedo a estarlo



La carne cubre el hueso y la carne busca algo más que carne.
«A SOLAS CON TODO EL MUNDO» Charles Bukowski

Estar solo implica un gran esfuerzo, primero para alejar a todos aquellos que traten de acercarse, segundo, para soportar la soledad cuando no se siente como elección sino como un destino que produce o producirá dolor. De qué se habla cuando se habla de estar solo, qué es lo que piensa alguien que dice estar solo, y qué es lo que piensa otro al escuchar que alguien dice que está solo. Hablaré acerca de esto ya que en numerosas ocasiones he escuchado decir que una de las principales razones para no dejar a otro se relaciona con el miedo a estar solo… a sentirse solo. Por qué poner en cuestión algo que parece obvio; pues a veces las cosas obvias son las mas difíciles de entender ya que se asumen como sabidas y se dejan de cuestionar, es por esto que invito al lector a reflexionar sobre lo que decimos al hablar de la soledad y a partir de ahí sobre temor que a veces cristaliza vínculos poco satisfactorios.
A primera vista se podrían distinguir dos formas de soledad: estar físicamente solo y el sentimiento de soledad. Con lo primero hago referencia a una cuestión objetiva, es decir, estar espacialmente sin un otro presente. Por otra parte, el sentimiento de soledad estaría más relacionado a una sensación temporal de ausencia de otros significativos. Esta temporalidad sería variable dependiendo de cada sujeto y estaría relacionado en cierta medida con sus experiencias vinculares previas; la posibilidad de una experiencia subjetiva sin un otro como referente, desplegada temporalmente, es lo que podría presentarse como paralizadora ante una modificación de las pautas vinculares existentes, sean estas adecuadas o no para quienes las constituyen. En otras palaras, lo que se teme muchas veces no se trata de estar solo, sino de aquello que se siente sin importar quienes se hallen alrededor.
Ahora bien, dentro del concepto de soledad, también podríamos referirnos al tiempo que la persona pasa consigo misma, cuando la atención está dirigida hacia sí mismo. Poder pensarse a uno mismo es parte importante del desarrollo de la propia identidad, y en este sentido se ha descrito como una capacidad que ha de ser necesaria para el propio bienestar y a su vez para poder generar vínculos que sean satisfactorios (Winnicott). Sin embargo, la experiencia de estar a solas con uno mismo puede no ser una experiencia fácil de sobrellevar por múltiples factores que dependerán de particularidad de cada individuo. Cuando se está con otros, uno puede verse reflejado en los demás, pero al estar con uno mismo lo que ahí aparece nos pertenece; todas las dudas, logros, fracasos, recuerdos, todo lo que se piense (y lo que no) en un diálogo con uno mismo.
Sin embargo, como se dijo más arriba, muchas veces, estar a solas con uno mismo no es algo que la persona quiera hacer, y al dejar de ver todo aquello que lo hace ser él mismo se puede caer en buscar que otros nos digan quienes somos y a partir de aquí se puede generar vínculos que, dada una dinámica de dependencia, pueden resultar dañinos para quienes los constituyen, especialmente cuando los límites dados por el respeto hacia el otro son transgredidos. En estas circunstancias parece ser que se vuelve cada vez más difícil volver a encontrarse con uno mismo y modificar los patrones conductuales que permitan salir de una relación poco satisfactoria.
En la ausencia de otros vínculos se genera una necesidad que se extrema al sostener los vínculos existente, pese al malestar que pueden provocar, se busca a un otro capaz de saber sobre la propia existencia, una necesidad de, llámese validación de la propia existencia en la resonancia de otro; para saber que existo necesito de un otro que me lo confirme (Estadio del espejo de Lacan). El contacto de un otro, parece ser que ni siquiera se trata de un otro consciente, pensante, sino algo vivo que nos refleje el tiempo, el pasar de una experiencia, de cambios de posibilidades en el ambiente, que rompa lo estático de lo inerte, pero también que pueda no estar, esa posibilidad que lo hace necesario, algo que sea capas de morir, creo que en su ausencia la soledad, como vacío de lo otro vivo (o quizás, de lo otro) se expande inundando todo pensamiento, tiñe todo contexto y señala la falta, la propia falta que es insalvable, pero al mismo tiempo el estar con un otro nos recuerda esa imposibilidad de ser completos, porque en la falta está el deseo, por la falta es el movimiento, y por el movimiento es la vida. (Bergson, Materia y Memoria).
Pero la soledad también tiene dos caras (si no más), pues como mencione al principio, es en la soledad donde podemos vernos a nosotros mismos, es ahí donde hemos de enfrentar nuestro propio fantasma, no se trata de un otro, sino uno mismo, al principio esto puede generar sufrimiento, pero la elaboración está en el reconocimiento y la reconciliación con uno mismo. Al estar solo uno puede comenzar a escucharse y a verse, pero es difícil pensar en ese paso cuando el anterior no se ha dado. Como poder estar solo si no se tiene la seguridad de que uno es, será que en el fondo esa soledad más que falta de otro es un vacío de uno mismo, es la falta de uno mismo, y en el extremo, el perderse pues lo único que podemos ver de nosotros mismos es un reflejo que a veces, varias veces, es desfigurado por la agresión, por la fantasía de que ese es el único vinculo del cual sostenerse, pero cuando hay camino hacia uno mismo, ese miedo se apacigua, pues uno comienza a cuidarse y hacerse responsable de si mismo, y como escuche una vez, cómo se puede dar algo que uno no posee? esto lo pregunto para aquellas personas que son hijos, padres, madres…
El tiempo que una persona requiera para sentirse en soledad depende en cierta medida de sus vivencias anteriores, de los vínculos que haya o no tenido en el tiempo y del significado que a estos vínculos se les atribuya en el presente. Como eco de la experiencia previa, la existencia de una vivencia traumática tendría un rol fundamental, pero no tratándose de una determinación a partir de ella, sino de la significación que el sujeto le atribuye y el lugar que ocupan en su actual configuración de mundo. El pasado nos puede inclinar a unas cosas más que otras, pero la elección y los miedos pertenecen a los que ahora pensamos y hacemos o dejamos de hacer.

January Cabrera

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