La felicidad en la época posmoderna: un dilema cotidiano de nuestros tiempos
En la época actual es posible observar que con el aumento de las tecnologías, medicina, cánones de belleza, alimentos individuales en los supermercados, tiendas de ropa o centros comerciales, la adquisición de bienes materiales, entre otras cosas, la noción de felicidad al parecer ya no es la misma que hace 20, 30 o 100 años atrás. Solemos escuchar en relatos de nuestros abuelos diciendo que la felicidad era el resultado del bienestar de sus hijos, las buenas obras y la permanencia de los seres queridos cerca de uno, al contrario de lo que podemos escuchar en conversaciones con nuestros pares, quienes mencionan estar felices cuando reciben el sueldo del mes, cuando han adquirido ropa nueva, han bajado de peso, compraron el último auto de lujo, etc. Más aún en estas fechas, navidad y año nuevo, el concepto de felicidad se vuelve más latente y efervescente como suele mencionarse en publicidades de ofertas navideñas e inclusive en el mensaje de Coca-Cola con el mensaje “destapa la felicidad”, haciéndose imperante la necesidad de reflexionar acerca de éste tema y de cómo entendemos la felicidad, cuestión que vendría a ser partícipe de nuestro cotidiano vivir.
A lo largo de la historia, la felicidad, como concepto e ideal a alcanzar, ha estado vigente desde hace mucho tiempo. El concepto no es un término nuevo o inventado, al contrario, muchos la han tratado de analizar, comprender y buscar para alcanzarla y no todos la reconocen de la misma forma. De esta manera, en la filosofía occidental encontramos a Aristóteles (1994), quien describe la felicidad como un bien supremo que la política y los ciudadanos se proponían alcanzar por medio de las acciones, pues toda persona tenía la posibilidad de acceder a ella, pero siendo virtuoso y noble con los demás, es decir que, por medio de la virtud como la sabiduría, inteligencia, generosidad y moderación en relación con los otros ciudadanos era posible alcanzarla. La felicidad, de esta manera, era el fin al cual estaban destinadas todas las acciones, un fin en sí mismo puesto que no era utilizable para alcanzar otro objetivo o bienes, y era posible de concebir con el ejercicio del alma de acuerdo con la virtud.
Kant (Duran, 2006), también refiere a la felicidad un carácter universal como lo propuesto por Aristóteles, pero la diferencia fundamental es que para buscarla y alcanzarla los hombres requieren de la sagacidad y no de la moralidad o virtud, es decir, tener la destreza para el uso de los medios. Así, la felicidad no es un ideal de la razón si no de la imaginación, puesto que depende de las inclinaciones de los hombres por lo que cada uno buscaría la felicidad de acuerdo a ella. Con esto podemos vislumbrar que la noción de felicidad comienza a cambiar de una búsqueda en comunidad a la búsqueda de manera individual y de acuerdo con las experiencias subjetivas.
Sin embargo, el mayor cambio no fue en base a la razón, sino a los descubrimientos del reloj y el ferrocarril, ya que el tiempo y el espacio se vieron transformados en un tiempo a-histórico donde todo lo que sucede es instantáneo y en un espacio virtual de realidades multiformes e inmediato (Bauman, 2005). Así, la felicidad se sumerge en la época posmoderna como una demanda de satisfacción inmediata, en el acto, lo que implica un nuevo modo en cómo se constituye el sujeto, dejándose de pensar en relación a un colectivo, como la proponía Aristóteles (1994), sino más bien como un individuo autónomo y atómico, es decir, como corporalidades; un cuerpo que viene al mundo a estar satisfecho consigo mismo.
A partir de lo anterior podemos concebir la felicidad de la actualidad como una forma de calmar el malestar instantáneamente, y ya no como una forma en que se autorrealiza el sujeto a lo largo de la vida o mejor dicho, como una forma de relacionarse con los otros, sino más bien con uno mismo. Ahora la búsqueda de la felicidad está más bien al alcance de todos por medio de diferentes accesorios que movilizan al sujeto a un bienestar momentáneo e inmediato; una felicidad dada por la cantidad y por la competencia, puesto que lo adquirido es también la persona misma la cual se posiciona frente a los demás como un valor de gran calidad. La felicidad que busca y consigue el sujeto contemporáneo es una felicidad del momento, un placer de gran calidad pero que solo sirve para el momento presente, desde Lipovetsky (2002); aquello está situado dentro de la sociedad consumista que busca la potencialidad, un bienestar puesto en el cuerpo y ya no en las relaciones sociales y un disfrutar sin culpabilidad.
Así, lo que podemos observar ahora, luego del paso de la navidad, es que más que buscar tener una rica cena o compartir un grato momento con la familia, tal como ha ocurrido en ocasiones no festivas anteriores o como se hubiera esperado en la época de Aristóteles, es que la gente se vio en la particular necesidad de hacer felices a los demás por medio de regalos materiales, aun cuando el sueldo no alcanzaba para ello o cuando no era necesario comprarle presentes a los vecinos, gente del trabajo, primos lejanos, etc., pero que en ese momento era primordial hacerlo, porque parte de nuestra felicidad es hacer pensar a los demás que somos capaces de pensar en ellos y considerarlos en algún regalo o de ver la sonrisa de los hijos cuando abren el regalo que ellos pedían para navidad. Con esto no intento ser un Grinch de las festividades, sino abrir la mente del lector y hacerlos reflexionar acerca de la felicidad como una forma de calmar algo momentáneo y no de manera perdurable en el tiempo. Hacerlos pensar en que también es posible ver una sonrisa en la cara sonrojada de nuestros hijos cuando les prestamos atención cuando alzan los brazos o cuando hacen una pirueta extrema, aunque solo haya sido una voltereta encima de un colchón y muchos almohadones, ya que esa es la felicidad no momentánea sino perdurable en el tiempo y que tiene que ver con las relaciones sociales, sin perder la particularidad de cada individuo. Aunque no culpo a nadie por pensar y buscar la felicidad de esa manera, pues cada quien la encuentra en donde crea que es necesario y factible, sobre todo si pensamos que, aunque no queramos, estamos inmersos en una sociedad donde la felicidad está preconcebida de una manera que es difícil deshacernos de ella rápidamente .
Referencias:
Aristóteles. (1994). Ética a Nicómaco. Bs. Aires: Paidós.
Bauman, Z. (2005) Modernidad líquida. Buenos Aires: Fondo de Cultura económica de Argentina.
Durán, V. (2006). Kant: Moralidad y Felicidad. Revista Philosophica, 30, pp. 77- 88. Recuperado desde http://www.philosophica.ucv.cl/Phil%2030%20-%20art%2006.pdf
Lipovetsky, G. (2002). El crepúsculo del deber. Barcelona: Anagrama.
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