Prevención del abuso sexual infantil
Un porcentaje importante de los casos de abuso sexual ocurridos durante la infancia, no son develados sino hasta la adultez, lo que ha permitido estimar a nivel mundial que entre el 7 y 36% de las mujeres y entre el 3 y el 29% de los hombres han reconocido haber sufrido abuso sexual en su infancia (Finkelhor, 1994). Por su parte, la problemática del abuso sexual a los niños y niñas (ASI) en nuestro país es difícil de dimensionar. Los centros de atención a víctimas señalan que ellos reciben sólo el porcentaje de casos que llega a la luz, ya sea por denuncia o por demanda espontánea, pero que existe una cifra negra que mantiene ocultos un importante porcentaje de casos y que sería de alrededor de 7 casos por cada caso denunciado. Por otro lado, dentro de la población infantil y adolescente, las cifras indican que hay mayor prevalencia en los rangos de edad de los escolares (6-11 años) y adolescentes (12 a 18), lo que no quita el hecho de que los niños preescolares (0 a 6 años) representan a la población infantil más desprotegida dada la dificultad para develar un hecho de este tipo al no contar con un nivel de lenguaje aún desarrollado.
Considerando los anteriores aspectos, cabe preguntarse por la eventual prevención de este fenómeno: ¿Es posible hacer algo para proteger a los niños y niñas y evitar que estos abusos sigan ocurriendo?
Al respecto, se ha escrito que los programas de prevención del ASI enfocados al ámbito educativo (Martínez, 2000) debieran contar con algunas características básicas para que funcionen adecuadamente: pertinencia y mantención a largo plazo del programa según la edad y recursos cognitivos del niño (debieran implementarse programas continuos desde el nivel preescolar a la enseñanza media); siempre que se implemente algún programa con niños se debe trabajar en paralelo con los adultos cuidadores (padres, profesores) ya que serán ellos quienes eventualmente reciban alguna develación o deban aclarar sus dudas; y por otro lado, no conviene intentar que los niños diferencien entre “cariños malos y buenos”, como lo hacían algunos programas preventivos iniciales, ya que resulta confuso y contradictorio con la confianza básica que los niños deben desarrollar desde temprano respecto de sus cuidadores primarios.
Junto con lo anterior, existen algunos aspectos que se pueden observar en la clínica del abuso sexual, a partir de las historias y/o antecedentes de los niños y niñas a los que se acompaña y apoya en este proceso, que quizás valdría la pena revisar al momento de plantearse la prevención:
1. Los padres y/o familiares de los niños y niñas víctimas de ASI muchas veces tienen historias de ASI no tratadas. Resulta difícil explicar por qué ocurre esta repetición: los patrones familiares abusivos y cierta deficiencia en las habilidades protectoras en los adultos víctimas como consecuencia del trauma, pueden ser hipótesis viables. Dado lo anterior, si un adulto ha sufrido algún tipo de abuso sexual, aún cuando éste haya ocurrido tiempo atrás en su temprana infancia, convendría considerar igualmente una terapia reparatoria, pensando en la prevención de los niños que ahora se encuentran a cargo suyo.
2. En muchos casos de niños atendidos por ASI, el ámbito escolar había detectado cambios conductuales en el niño hace algún tiempo (conductas sexualizadas, cambios de humor, retraimiento, agresividad) pero no había tomado ninguna medida al respecto; o las medidas tomadas más bien cumplían con el objetivo de encubrir rumores o descuidos de su propio personal. Lo anterior, implicaría la necesidad de que los padres averiguen si el Jardín Infantil, Colegio y/o Escuela a la que asisten sus niños cuenta con algún plan de trabajo preventivo (capacitación a profesores y apoderados) y operativo (política institucional, plan de acción en crisis) frente a este tipo de casos, de modo de al menos poder contar con éste ámbito, en el que los niños pasan alrededor del 80% de su tiempo semanal, como aliado frente a este problema.
3. En algunos otros casos, los niños víctimas de ASI en el periodo previo al abuso, se encontraban emocionalmente más vulnerables debido a alguna crisis familiar (separación de los padres, duelos, crisis económicas, enfermedades graves, etc.). En este contexto de crisis, los adultos se habían volcado a resolver estas situaciones, dejando de lado los efectos que éstas pudieran también tener en los niños y adolescentes de la familia. Han habido casos en que niños o adolescentes, con necesidad de apoyo emocional, cuyas familias se encentran en crisis, han recurrido, en busca de comprensión y afecto, a adultos que han escondido sus intenciones abusivas en un primer momento y se les presentan dispuestos a escucharlos y acoger sus necesidades de afecto y atención. Por lo tanto, al enfrentar algún tipo de crisis familiar resulta conveniente atender con la mayor premura e importancia a los niños y adolescentes indirectamente afectados, y observar atentamente cómo están afrontando la situación: observarlos, conversar con ellos, apoyarlos con alguna evaluación psicológica preventiva, etc. de manera que cuenten con el apoyo oportuno y verdadero de quienes realmente se preocupan por ellos.
Finalmente, existen algunas fuentes de información respecto del abuso sexual infantil, sus características, consecuencias y las leyes que lo condenan como delito, a las que se puede recurrir en caso de denuncia, sospecha o simplemente para estar al tanto y prevenir. A nivel comunal puede obtener información en su Municipalidad, Oficina de Protección de Derechos (OPD) y/o Consultorio. Si Ud. tiene acceso a Internet, las páginas www.sename.cl y www.derechosdeinfancia.cl ofrecen también información pertinente.
Isabel Margarita Luna L
Psicóloga Infanto-Juvenil
Centro Clínico y de Investigación
Fundación Templanza
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